Vamos por el mismo cielo

sábado, 10 de abril de 2010

Una de mis reflexiones "a la antigua".

Las mañanas limeñas se van poniendo frías ¿no? Bueno, al menos las miraflorinas, como siempre ha sido tradición, nos reciben en sus calles con un tierno cielo gris y nublado, travieso, tímido a cubrir completamente nuestro aire y llenarlo de más de 90% de humedad.

El frío me gusta. No me quejo, puedes abrigarte, no es como el calor... que toda la ropa no te la puedes quitar (en la calle). Se duerme rico, totalmente cubierto de sábanas, abrigado, cómodo, acurrucado... El frío también me motiva a pensar, a viajar y derivar hasta encontrarme con algún aspecto curioso de mi realidad o una idea.

Y llego a toparme con el Tiempo.

En este momento el tiempo corre y corre sin detenerse, sin tomarse un respiro, nada. Nosotros, humanos, no podemos hacer nada para evitarlo. Frecuentemente la gente se deprime y se queda en su casa sin salir pensando que el tiempo pasará más lento solo por ellos, pero mientras están llorando por, quizás, alguna tontería, cantidades enormes de gente nacen, mueren, cumplen un año más de vida, crecen, etc. Somos minúsculos en el universo, tanto en espacio como tiempo. Ahora, por ejemplo, tengo muchas opciones: Borrar todo lo escrito y nunca publicarlo, seguir escribiendo sobre este tema, cambiar súbitamente y empezar a hablar de política o economía o una historia de amor o un asesinato, irme a dormir, en fin... demasiadas alternativas. Pero en el pasado ¿Qué queda? El hecho de que empecé a escribir sobre esto. Aunque decida irme a dormir y borrar todo eso, nada podrá eliminar el hecho que empecé a escribir. Son huellas que nunca, nunca desaparecerán.

La gente suele... "jugar", por decirlo así, con el tiempo. No se respeta, no se toma la seriedad correspondiente al asunto de que cada instante que pasa nuestra pequeña e insignificante vida se va consumiendo. Una prueba de esto: la famosa (mas bien, infame) hora peruana. Un evento: se cita a todos los presentes a reunirse en el salón del hotel X a las 8:00 P.M. Si un extranjero, por ejemplo, está invitado, estará ahí a las 8 en punto (por decir, un inglés, tengo entendido que son famosos por su puntualidad)* y se llevará la sorpresa de que no hay nadie, la reunión no ha empezado. 8:30 P.M. la gente empieza a llegar. Finalmente, 9:15 P.M. empieza la reunión. Una hora y quince minutos haciendo NADA, aplazando lo inevitable.

Pero el tiempo no es sólo horas, puntualidad, números, sino también palabras con las que pretendemos controlar el tiempo, manipular su incontrolable flujo, creer que se concentra en nuestra persona y nada más: "Nunca" te dejaré, "Algún día" te pagaré, contigo "Para siempre", por la "Eternidad" (esta palabra da mucho de que hablar, pero ya he escrito mucho para ser solo un simple post semi-improvisado). Podría seguir mencionando ejemplos, pero tomaría un largo tiempo agotar el tema del tiempo por completo. Hasta aquí nomás llegaré.

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